
Hace veinte años en un pueblo perdido de china conocí a una niña, una niña de diez años delgada y hermosa. Cuando la vi, me pareció un fantasma estaba sentada en el suelo debajo de una mesa, pero me acerqué a ella y con el chino que sabía le pregunté que como se llamaba, me dijo que Chailin, al darme cuenta de que estaba sola le pregunté:
-¿Qué haces aquí tan sola?¿Dónde están tus padres?
Ella susurrando y con miedo dijo:
-Me han abandonado.Me dejaron aquí y se fueron a casa.
Yo, no sabía que hacer, pero cogí a la niña y me la lleve a casa. Luego me dí cuenta de que tenía que ir a la policía, se lo dije a Chailin y fuimos. La policía dijo que lo iban a investigar pero que mientras si me podía quedarme con la niña. Yo acepté.
Cuando volvimos empecé a charlar con Chailin. Le estuve haciendo preguntas y en resumen me contó que en su casa la maltrataban, que desde muy pequeña había tenido que trabajar. En casa tenía que limpiar y hacer la comida. También le hacían tejer ropa para sus hermanos y, fuera de casa, tenía que trabajar en la tienda de sus padres. Chailin dijo que lo hacía todo lo mejor que podía y que no entendía por qué sus padres le habían abandonado. Entonces yo le dije que yo no le haría trabajar, que conmigo sería una chica como las demás, que iría al colegio, que haría amigas y que iría con ellas a jugar. A Chailin se le iluminó una sonrisa en la cara. Ella siempre había deseado ser así. En el fondo no le gustaba trabajar tanto.
Así fue, la niña fue al colegio e hizo muchos amigos y un día llego una carta de la policía a casa. Esta decía que sus padres se habían mudado. No les encontraban por ninguna parte y, que si me quería quedar con Chailin, tendría que adoptarla, y que si no se la llevarían a un orfanato de mala muerte. Decidí adoptarla, pasamos lo diez años más bonitos de nuestras vidas.
Pero cuando Chailin iba a cumplir sus 21 años días antes aparecieron sus padres en la puerta de casa. Decían que lo sentían mucho por haberla abandonado, pero que se arrepentían y querían volver a vivir juntos. Chailin se lo pensó mucho, pero decidió que no quería volver con ellos, no quería arriesgarse.
Ya han pasado veinte años desde que la conocí y aquí seguimos, Chailin vive con su marido y con sus dos hijos en una gran casa, pero ella siempre viene los fines de semana a decirme lo mucho que me quiere y aprecia.
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